Cambiemos un poco de tema... La cultura no es universal; en ocasiones es bastante insular y por ende injusta. En España se puede leer desde la fantasmada de Dan Brown (por no hablar del simplón del pijama a rayas o de volúmenes escritos por dispositivos GPS sobre catedrales del mar) hasta obras maestras de Cortázar o García Márquez. Sin embargo, las "desinteresadas" editoriales son las que dominan este mercado "universal". Aquí Vengando supone debe de ser uno de los pocos privilegiados en su país que conoce la obra del maestro mexicano Fernando del Paso. Eso de la globalización tiene sus ironías positivas, y he podido disfrutar de Noticias del Imperio, continuando ahora con el soberbio Palinuro de México, otra maravilla. Que sus novelas estén ambientadas en el país azteca no creo que deba ser motivo (si es que es por eso) para que no se publiquen aquí, menos aún cuando leemos historias que se desarrollan en París, en Londres o en la cada vez más insípida Nueva York. Por tanto, quien pueda acercarse a del Paso que se deje de "luciaechebarriadas" y "perezreverteces" y no desaproveche la oportunidad; aparte de entretenido (porque además resulta muy divertido), es uno de los más grandes contemporáneos. Y hay diablos que más saben por leídos que por viejos.
Le veían ridículo, pomposo, paseando por sus jardines, mientras le seguía el tablero de alabastro portado por cuatro sirvientes empelucados, esperándole paciente su contrincante, el tesorero, sentado junto a la estatua ecuestre. Por supuesto, nadie pensaba que estuviera haciendo nada de utilidad, sobre todo al tener en cuenta que, habiendo retomado casi dos años después el poder, parecía sólo dedicarse a invertir en obras de arte y en historias varias, a preocuparse por cómo evolucionaban la biografía y la crónica estatal que había ordenado se fueran redactando, y a llevar, en apariencia, una vida bastante ociosa. Quizás sólo su secretario presumía que tal vez no sólo iba a mover alguna de las piezas que detrás le acompañaban; que el jaque sobre otros tableros también lo podía estar preparando; que no dejaba de ser un factótum inexorable, tanto o más que el de Rossini.
-Pretenden ponernos nerviosos; El Arte de la Guerra lo contempla y no deja de ser un arma fundamental. Sacar a alguien de sus casillas hace que no se actúe con raciocinio, por lo que el enemigo al final lo tiene más fácil para conseguir sus intereses. Aunque en tiempos pacíficos inspiren, la ira y el ímpetu son malos aliados. Pretenden ponernos nerviosos, sí... Fracasarán, pues ellos ya están, de trágicos, hasta histéricos, enloquecidos.
Bien se sabe: Hay que tentar al destino. Por eso, no miraba, ni como primer hombre. Examinaba, demoniaco, hasta el último rincón de sus jardines, de su laberíntico Edén, con sus quimeras y escondrijos; conocerlo todo para saber cuándo, con precisión, recoger el fruto del Árbol, mal menor, mayor o necesario... No existía lo prohibido, sólo sus consecuencias.
Aparte de lo que en sí suponía su regreso, alguna vez había que modernizarse, más cuando la técnica lo permitía. Y para partir de tal propuesta de futuro se fijó en un auténtico pionero, el turolense e internacional Segundo de Chomón con su Hotel eléctrico (obra este año centenaria), prodigio de ingenio en época temprana de rudimentos e ilusionantes trampantojos que así homenajeaba...
No iba a ser la última "novedad" de semejante estilo que presentara.
Tras demasiado tiempo transcurrido, aunque le habían parecido no más que unos cuantos días, fugacidad de la vida, entró de nuevo en su studiolo, recibiéndole los resplandores rojizos y dorados, los coloridos tejidos, los sinuosos lienzos, el aroma de las maderas barnizadas de opulencia; no había cambiado casi nada. Ni siquiera se acumulaba polvo; por supuesto, un día antes se había llevado a cabo su limpieza. Rodeó la centrada mesa, ya con los nuevos papelotes colocados por el sempiterno secretario, y apoyando la diestra mano sobre la butaca, miró a través del ventanal, amplio y límpido como una clarividencia. Los reflejos del sol chocaban con el reconstruido acuario de las medusas Abajo, sus soldados iban y venían con tareas varias, las nuevas órdenes por él dadas. Volvía a hacerse temer y algunos le miraban vacilantes.
Quizás no debí desaparecer por tanto tiempo, pensaba, mientras, por recorrer de nuevo con la mirada la rejuvenecida estancia, les daba la espalda. Fue necesario.
Lo único que se podían preguntar es por qué volvía, "por qué hacemos lo que hacemos". Cualquier acto de uno mismo está sólo motivado por el aburrimiento, por el dinero o porque hay alguien detrás del que actúa influido a su vez por el aburrimiento o por el dinero. En su caso, podía muy bien afirmar que se debía al mero aburrimiento, al tedio de otras actividades que no le llenaban del todo. Y tanto cambiaba la humanidad por motivos semejantes en la voluntad de uno sólo
-Habrá quizás alguna diferencia; no soy el mismo.
Se ajustaba el renovado y flamente uniforme frente a un espejo que parecía milenario. El leal consejero le miraba y no lo podía creer. Vengando, ante los tumultuosos tiempos que corrían, pretendía regresar con la misma fuerza de siempre, quizás con más.
-Recuerde, Excelencia, que, como se suele decir, "segundas partes nunca fueron buenas". A Napoleón volver le salió mal. Además, usted aseguró que nunca retomaría este proyecto.
-Mentí; tengo poder para ello. Fue un error y una irresponsabilidad intentar no ser lo que soy. Después de todo, sólo deja de volver quien ha muerto.
-Nadie lo va a comprender...
-No oses replicarme. Nunca pretendí ser previsible y tengo aún mucho que decir. ¡Seamos un poco renacentistas! No sé cuánto podremos durar, pero hay que arriesgarse. Informa a la Asamblea. Tras la broma pasada, se sucederán nuevos días de gloria.