Bien se sabe: Hay que tentar al destino. Por eso, no miraba, ni como primer hombre. Examinaba, demoniaco, hasta el último rincón de sus jardines, de su laberíntico Edén, con sus quimeras y escondrijos; conocerlo todo para saber cuándo, con precisión, recoger el fruto del Árbol, mal menor, mayor o necesario... No existía lo prohibido, sólo sus consecuencias.
Atentado por VENGANDO a las 26 de Mayo 2008 a las 04:26 PM