Existen manos milagrosas, auríferas como las del rey Midas, curativas, constructoras, también destructoras, manos hedonistas en cuanto a masturbadoras y altruistas en cuanto a mamporreras. Todos esos apéndices de dedos en general largos, para nada incorruptos y siempre ávidos de salvación propia, se echan todavía sobre obras como las tocadas por las manos de un elegido, Marcel Duchamp, manos bromistas, dadaístas, esclavas de su inteligencia superior y abstracta, y geniales hasta en su pereza, la pereza de quien dejaba hacer. Si poder entrar en contacto con algo que puede haber sido sólo palpado, acariciado por esas manos poderosas de quien llegara a perderse por mucho tiempo en el mundo del ajedrez (ese juego de también manoseadas piezas) puede tener algún valor, si eso es arte más que antiarte como él pretendió, junto con sus amigos y compañeros, para criticar y demoler todo lo establecido, es que no se ha entendido nada, o que se entienden muy bien los intereses propios más hipócritas, sabiendo además de la necedad ajena. Todos se ríen de todos sin saber muy bien, exceptuando el mismo Duchamp, por qué.
En resumen, se dan épocas en las que ni para la cultura parece haber progreso.
Atentado por VENGANDO a las 12 de Agosto 2008 a las 04:47 PM