El aire surcaban como si gozaran de la mayor de las inmunidades, o de las impunidades, de lo que fuera, sin siquiera pensar en lo corta que podía ser su existencia de mierda. Zumbaban pendientes de sus transparentes alas, intentando quizás entonar a Wagner, un Wagner sin sentido, desdorado, en su plan de ir y venir, y amenazar, y atacar. ¿Cómo se atrevían? Vengando sabía que ante ellos la batalla sí estaba perdida; que sólo fuera esa derrota la que se añadiera a la lista, una y no más. Se podía sentir como Marco Antonio frente a Octavio Augusto, haciendo el ridículo histórico en Accio, cuando tiró todo por la borda, una victoria casi segura, un futuro triunfante, por su Cleopatra, por una mujer, ¿cómo no? Y al contrario que el del frustrado, nunca emperador romano, el de Vengando no llegaría a pasar a la historia por lo banal, pero sería igual de absurdo o más. Abortó su estrategia de mandar encender las luces, subirse a la cama y vigilar al veloz enemigo. No había ocasión de matar a esos mosquitos impíos improvisando planes a deshoras. Estaba decidido: Dormiría y olvidaría; lo intentaría. Al cabo, en las horas siguientes le picarían más temas como la economía o ciertos códigos que los acres estragos inferidos por unos cínifes inmundos.
Atentado por VENGANDO a las 11 de Julio 2008 a las 03:21 PM