9 de Julio 2008

FUERA DE COMBATE

Se ajustó los anteojos, y dejando caer el codo, puso en la sien su regia mano, preocupado, sin apartar la mirada de las artificiosas reverberaciones.

-¿Qué pensamiento, qué maravillosa inspiración fue lo que os llevó hasta esto, camaradas Eisenstein y Prokofiev?

-Disculpe, Excelencia...

-Hablaba con los muertos -sonrió el uniformado-; no me hagas mucho caso... Recuérdame, Consejero, cuándo decía yo que una guerra se daba por perdida.

La luz destazaba la sombra a cuchilladas y comenzaba a tronar la música con su aliento antiguo, metálico, frío y desvirtuado, por entre los aún más gélidos y angulosos muros de piedra. Sólo los dos hombres se enfrentaban al cinematógrafo, aislado en su laberinto el resto del mundo, cada centinela en su puesto de guardia, cada preso en su celda.

-Usted perdería la guerra sólo cuando muriera, Excelencia.

-Yo y todos, Consejero, yo y todos; ese es nuestro sino. ¿Y en qué momento volví para dedicarme a nada? ¿Qué me lleva ahora a mirar una ridícula pantalla poblada de personajes que simulan que se matan entre ellos? Además, lo hago aquí, en mis propias prisiones. Podría constituir una patética genialidad, pero no me lo creería. Mientras, mis efectivos, dirigidos por incompetentes, seguro, llevan la guerra allende mis fronteras sin mí, sin mi presencia, sin mi mando directo. Yo tendría que estar en primera línea de batalla. Dime, Consejero: ¿Qué ha fallado, si es que ha fallado algo?

Callaba el subordinado.

-Los objetivos eran claros; las prioridades, calculadas e indiscutibles. Sé que en ellos no me equivoqué, ni me equivoco. Quizás sí lo hice con los medios, con la estrategia, y sin embargo, ¿cómo se puede saber si una estrategia es eficaz hasta que no se comprueba en combate, hasta que no concluye éste? ¿Estábamos seguros de tener todos los frentes bien cubiertos? Quizás he retomado las riendas cuando, de lo que había dejado, sólo quedaban tropas en ruinas. Julio César también lo tuvo difícil y supo consolar, animar para volver a luchar y compensar a sus soldados. Yo, por el contrario, me he convertido en una suerte, mala suerte, de burócrata inmóvil.

Se tejía en el aire claroscuro y zumbante la incomodidad. No concebía Vengando que perder tantas batallas, sin llegar a la muerte, equivaliera también a perder la guerra. Quizás sin pensar del todo en ello, trágico, se levantó.

-Basta; apaga eso. No quiero ver aún el final.

Atentado por VENGANDO a las 9 de Julio 2008 a las 03:51 PM
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