3 de Septiembre 2008

ORO

-Soñé con la Emperatriz, por supuesto... Caminábamos en animada y privada conversación por los alrededores de su palacio, mientras nuestros séquitos buscaban el áspid que le podría haber dado, involuntaria en este caso, la misma muerte que a la gran Cleopatra tras salir de debajo de una pesada piedra. Me preguntaba si me arrepentía de algo. Su vestido crujía y deslumbraba como salido de un crisol. Yo le respondía que el peso de la culpa se lo dejaba a los niños; que hasta a mis subordinados, a los ciudadanos que tanto dependían de mí, les llegaba a reprochar ese sentimiento. Le comentaba también, su mirada clavándose en mí, que yo tenía mi cargo porque no me permitía sino tomar todas las decisiones y responsabilidades. A veces era difícil no pedir opinión, y llegaba a decir que habría admitido una democracia que me ayudara a saber qué hacer, pues muchos eran los momentos de importante y crítica duda. Ella asintió; lo entendía; lo vivía en sus propias carnes. Entonces, llegando a la portada principal, yo la cogía de la diestra. "Mis manos no deben derretir jamás el hielo que sostienen, de ahí mis desvelos, mis intentos de ubicuidad", concluí. Me inclinaba, así, a besar su anillo con devoción, para despedirme después de sus ojos dorados. Cuando bajaba las escaleras, el sol de cara se ponía tras el horizonte de cúpulas inmensas; me cubrían de sombra.

Atentado por VENGANDO a las 3 de Septiembre 2008 a las 04:20 PM
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