23 de Julio 2008

EL POLVORÍN

Pese al aroma acre por la excesiva cercanía, no dudó en encender uno de sus cigarros junto al polvorín mientras conversaba con el Consejero. Fue él quien interrumpió entonces diciendo:

-Excelencia, puede que ponga nerviosos a los soldados por esto.

En efecto, habían dejado lo que estaban haciendo, trajín paralizado de logística, carga balística y provisión de combustible, agua potable y alimentos para un simulacro de misión en la frontera. Vengando gesticuló interrogativo, por si su subordinado se refería al peligro de fumar allí. La respuesta fue afirmativa con la cabeza.

-Dirígete a ellos y haz que formen filas. Ahora voy yo.

Se levantó el Consejero a dar la orden. Vengando esperó hasta beber el último sorbo, dejando la copa sobre un plano de movimientos como posavasos, para después, alzarse de la silla de mimbre y acercarse con paso firme ante todos, deslizándose como un león de la sombra al sol inefable.

-Seré breve, soldados. Supongo que aún sois demasiado jóvenes y no consideráis que hayáis hecho nada importante en la vida. Es mucho también lo que os puede quedar por ver. Yo os diré que en mí podéis ver un espejo, y que mi orgullo debe ser el vuestro. Si eso no se cumpliera, no seríais dignos de estar ahí, delante de mí. Para mí hay dos clases de hombres: los que arriesgan y los que no. Prefiero a los que arriesgan, por supuesto. A estos, sin embargo, los subdivido en otras dos clases: los que no tienen nada que perder y los que consideran que pueden ganar mucho. Los primeros creo que acaban como suicidas; a los segundos sólo les puedo considerar unos valientes, pues tienen un objetivo, y sé que lucharán por él. No hagáis caso de las cenizas que pueda derramar yo aquí; sed de los que arriesgan para ganar. Sólo de esa manera podréis ocupar mi lugar si algún día yo no estoy... Consejero, escribe un comunicado por el que a estos hombres les serán garantizados dos días de permiso tras el simulacro.

El omnímodo volvía a su asiento, todavía bufando humo. A sus espaldas resonó como un seísmo:

-¡Descansen y rompan filas!

El alborozo hizo olvidar todo peligro del cigarro del mandatario. Más de uno se habría unido también a fumar allí mismo.

-Dejen de bromear y vuelvan al trabajo.

Cuando llegara el momento, sería imprescindible que todos los efectivos estuvieran preparados, ensalzados sus ánimos para dar batalla. Para entonces, no habría ni tiempo de solaz en los que dedicar unas palabras bondadosas, ni descanso ni piedad por parte del enemigo.

Atentado por VENGANDO a las 23 de Julio 2008 a las 03:41 PM
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