La logia era como la vida misma. No se entraba tanto por voluntad propia como porque los demás quisieran, o al menos lo permitieran. Y tampoco se sabía muy bien cuándo, cómo y por qué acabaría uno saliendo de ella. En cuanto a las variantes dentro, según fueran las circunstancias y la propia iniciativa, se podía oscilar entre, por poner un ejemplo, conocer y manejar la cotización de una obra de Le Corbusier o tener que investigar y pujar por el precio de un riñón en el mercado negro. La mayor o menor clandestinidad de las acciones la marcaban los superiores, y lo más seguro era que se pudiera alcanzar su grado sólo en relación directa con los mismos. Distribuían las armas; también las quitaban. Hacia ellos siempre había una mezcla de agradecimiento y ansias de venganza, aunque fuera por la suerte de sus generaciones anteriores, a veces muy anteriores. Y por supuesto, "Te estamos vigilando", era lo más adecuado que podían decir desde sus pedestales.
Atentado por VENGANDO a las 18 de Julio 2008 a las 03:51 PM