Perder el Norte cobraba otro sentido, sobre todo porque eso era el Este, y amanecer y amenazar podían allí conjugarse a la vez. Así lo había soñado Vengando, que se apostaba en lo alto de la atalaya para otear la conjunción del cielo y la tierra, en una de las zonas más tranquilas de sus territorios, la frontera más pacífica y neutral, desde donde creyó vería al ejército enemigo resplandeciente, deslumbrante incluso, adelantando al sol en su nacimiento sobre la negra pradera infinita, dándole sonido de metales y corrimientos de tierra al gran astro. Ardería y le haría arder. Y tras devolver al centinela los binoculares, se le pudo ver con los brazos cruzados sobre el pecho, pensativo, como si fuera incapaz de moverse de lo capaz que era de todo. Aparte de un árbol seco y blanco, que rompía el paisaje nocturno como un rayo fosilizado, sólo encontró en la distancia a una familia que arrastraba a duras penas el carro en el que llevaban su paupérrimo equipaje. Atravesaba la frontera como tantas otras y huía del regio sistema que el uniformado había impuesto hacia tierras más prósperas... Eso no lo había soñado.
Atentado por VENGANDO a las 16 de Julio 2008 a las 03:58 PM