Se hacía evidente que el mundo se iba al carajo. Grecia ardía entre las protestas; Bélgica quedaba descabezada; se hundía Islandia en la miseria; Rusia se rearmaba y encontraba nuevos aliados; Paquistán e India no merecían más comentarios; Japón dormía y China se lesionaba... El capitalismo parecía caerse por su propio peso, peso, por otro lado, de las trampas que el capitalismo para sí mismo había creado. Todo se convertía en nervios incontrolables, y en dinero de madera con el que ya no se sabía traficar. En los tiempos que corrían, no habría resultado tan raro como, incluso, propicio que una Italia comunista nacionalizara el Vaticano, crisis de fe en cualquier sistema. Y no podía ser la paciencia la única estrategia.
Atentado por VENGANDO a las 23 de Diciembre 2008 a las 04:33 PM