¿Había que consumir? Dada la coyuntura, era difícil hacerlo. Persistía una profunda falta de método. Mientras las economías se desangraban, nadie ejercía presión sobre la herida y la hemorragia no cesaba. Surgió, por tanto, una idea, un plan de choque, la nacionalización del consumo, y la expuso ante los observadores internacionales, que tendrían que acatarla por incrédulos que se mostraran. Las ayudas, pues, no se dirigirían a la banca, sino de manera directa al ciudadano. Si éste necesitaba una vivienda, sería el Estado quien se la comprara; si necesitaba un vehículo, igual; lo mismo si solicitaba un lugar donde abrir un negocio. El aval serían los propios objetos solicitados. Quien se acogiera al plan no tendría que pagar hasta años después, resuelta ya la crisis, con muy pocos intereses y a plazos, dependiendo de las necesidades individuales. En el caso de que su estabilidad económica no evolucionara y se viera en la imposibilidad de abonar la cantidad pertinente, sería devuelto lo obtenido. Cada caso se estudiaría uno por uno. En cuanto a gastos menores, y de ser imprescindible, sacaría al ejército a las calles en misión humanitaria para censar a la población más vulnerable y repartir (sólo a esa población, la cual sería controlada, e incluso, investigada) víveres y productos de primera necesidad sin gasto alguno. Se mantendría la producción en las fábricas y se tiraría de la deuda todo lo que hiciera falta. El consumo se movería aunque fuera a hachazos.
-Nosotros hemos provocado el problema. Tenemos la responsabilidad de resolverlo.
Atentado por VENGANDO a las 15 de Diciembre 2008 a las 05:08 PM