25 de Agosto 2008

VISIÓN VAMPÍRICA

Por aquella ruina arquitectónica, Vengando se paseaba junto al Consejero temeroso buscando nuevos pactos ultramundanos. Sus uniformes de rojos, negros y oros en armonía contrastaban con la oscuridad de la mayoría de invitados allí reunidos, sólo acentuados o por las difusas y escasas luces de anaranjados reflejos, o por la azulada atmósfera de la luna llena, que se colaba por entre los nervios de una macroestructura gótica y fea con las bóvedas desaparecidas.

Al aroma de cierta humedad en algunos rincones concentrada, se unía otro aún más desagradable de puro azufre diluido. Bajo aquel nido de víboras, con el traqueteo continuo de los túneles ferroviarios, seguían llegando invitados, la mayoría personajes desconocidos de rostro vampírico, enjuto y macilento. Reconocía el dictador mejor que a aquellos que ascendían por las bocas bestiales de las escaleras el parentesco de las cabezas animales colgadas por los pilares y por los escasos fragmentos de muro, y así, podía identificar decapitadas piezas semejantes a Rembrandt, a Voltaire, a Bismarck, a William Randolph Hearst; otros bichos parecían incluso los de Maldoror y Gregor Samsa. Varios de ellos aún estaban sin colocar, y gigantes Gargantúa y Pantagruel los iban extrayendo de un saco, discutiendo su lugar adecuado, mientras vociferaban y reían grotescos.

En el centro de la muchedumbre y la barbarie, y bajo la potente luminaria de una cenital lámpara en forma de tetraedro, una bailarina encapuchada, con el oscuro velo atado con holgura sobre sus hombros, y sin nada más debajo, danzaba y se contorsionaba, creando fantasías de sombras, los leves y vibrantes efluvios de una música oriental. Sólo asomaban, en repentinas ocasiones, sus senos, su vientre, sus piernas hasta los cristalinos pies, y enigmáticos y eventuales, sus labios, sus dientes. Se arrodillaba al son, se sentaba con los muslos abiertos, y de entre ellos aparecía sinuosa una tarántula que, al levantarse de nuevo, ascendía por su hilo hasta el más profundo de sus misterios sin que se vislumbrara un ápice de luz en el terreno. Volvía entonces la sonrisa pícara y castradora de femme fatal. Ante la espectral presencia, una marea de desconocidos pululaba y se perdía en conversaciones de otros tiempos. Entes licantrópicos y endemoniados negociaban allí con esclavos en cuerpo y alma, sobre todo en alma, y con elixires y recetas de poderes inimaginables.

-Emperador -escuchó muy cerca-, es todo un honor tenerle por aquí.

Quien se había dirigido a Vengando de tal manera ("Emperador"), la Condesa Báthory, se aproximó a él y besó los labios del dictador, quien se apartó en cuanto sintió los colmillos acechantes. La sedienta de sangre pretendía tentadora un trato; se lo susurró. Él, tajante, lo rechazó. Habría preferido caer en la enigmática tentación de la dama de la araña.

A lo lejos se oyó un grito airado y bastante reconocible de la Reina de Corazones. Pese a la indiferencia general, se percató Vengando entonces de la distribución de algunas armaduras por la amplia nave, y sobre todo, de que muchas de esas panoplias inmóviles en apariencia se movían, buscando quizás la muerte eterna, espadazo por la espalda, de los pocos vivos que allí se encontraran.

-Salgamos de aquí y volvamos a lo terrenal -sugirió al Consejero-; esto no iba a ser más que un malhadado capricho. Lo intentaremos otra noche, tal vez.

Atentado por VENGANDO a las 25 de Agosto 2008 a las 04:23 PM
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